Una mañana otoñal en el Parque Saavedra
Por Sofía Bongiovanni
El parque ecológico en 2022 aún retiene animales encerrados, y algunos no pueden ser vistos gratuitamente por el público. A su vez, tampoco se permite ver ni acceder a los edificios ricos en historia los albergaban.
A pesar de que el proyecto buscaba nuevos hogares para que los animales exóticos del antiguo Zoo de Buenos Aires vivieran en mejores condiciones, el ecoparque aún aloja algunos animales que no son autóctonos. De hecho, dentro del parque viven dos elefantes que están separados de la zona abierta al público, y para poder acceder a ellos se debe pagar una visita especial, con el fin de recaudar dinero para la financiación de su traslado a Brasil. Otro de los objetivos del parque ecológico, era la puesta en valor de los elementos arquitectónicos y artísticos que representan parte de la historia de la ciudad, pero tampoco se han podido restaurar como se esperaba.
En 2016, después de 140 años de historia, de arquitectura y de exhibición de 1.500 animales, el antiguo Zoo de Buenos Aires pasó a ser el ECOparque BA. El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tomó la decisión de convertir el predio de 16,7 hectáreas en el barrio de Palermo, en un ecoparque interactivo. Su intención era trasladar a las especies a reservas naturales y santuarios de todo el país, donde las condiciones de vida son mucho más parecidas al hábitat natural de cada especie; y recuperar los edificios históricos, pero aún no se ha logrado por completo ese objetivo.
Mapa del ecoparque (las zonas sombreadas son las que están restringidas en 2022).
El paseo cuenta con espacios verdes, animales de diferentes especies, lagos, 42 edificios históricos, 27 esculturas y monumentos, y obras decorativas como fuentes, mástiles y ruinas bizantinas. El primer director del Jardín Zoológico de Buenos Aires fue Eduardo Ladislao Holmberg y la mayoría de los edificios se construyeron durante sus 15 años a cargo del zoológico. Los pabellones reflejan la arquitectura clásica de los lugares de dónde provenían los animales que habitaban el antiguo zoo. Actualmente, la mayoría de ellos son de acceso restringido y no se puede siquiera observarlos, ya que se encuentran tapiados. Esto se debe a que en 2017, con el fin de garantizar la recuperación de espacios verdes y las elipses originales, comenzó un proceso de restauración de los edificios.
Tapias verdes que rodean los edificios históricos.
El más antiguo de los que están siendo refaccionados es la Casa de los Osos: una especie de castillo de estilo gótico, con torres y almenas. A diferencia de los otros osos, el panda no residía allí, ya que tenía su propia pagoda japonesa, y si bien ésta ya no puede verse de cerca por las remodelaciones, aún así puede ser observada a la distancia desde la glorieta que se encuentra en el centro del predio.
Otro edificio en refacción es el Templo hindú de cebúes, inspirado en el sudeste asiático. Cuando se inauguró el zoológico, este edificio era hábitat de cebúes y vacas Holando-argentinas, y en la parte superior del templo había una confitería en la que los comensales podían beber leche recién ordeñada. Esto funcionó hasta que, por exigencias bromatológicas, la cafetería cerró y las vacas fueron trasladadas a otro sector. De esta manera, el templo se convirtió en el hábitat de las llamas y las alpacas hasta los últimos días del zoo.
Esos son solo algunos de los edificios que están cerrados, el 50% del parque está deshabilitado, y eso desanima al público. Pero, la arquitectura no es lo único que podría apreciarse durante una visita. Ya que, a lo largo y a lo ancho del parque alrededor de las tapias verdes que ocultan los edificios, se puede encontrar gran variedad de flora autóctona de la llanura pampeana, que atrae aves y abejas cuyo color contrasta con el de las flores que adornan el camino. Las plantas y las hojas de los árboles tiñen el paisaje otoñal, sus tonos anaranjados coinciden con la luz dorada que inunda el ecoparque una tarde de abril.
Cuando el sol comienza a ponerse, luego de dar una vuelta en carrousel, mientras las maras corretean por el patio de comidas, los niños que visten uniformes escolares emprenden la vuelta a casa. En los instantes previos al atardecer, a eso de las cinco de la tarde, en vez de irse, los mayores de sesenta permanecen sentados, ya sea en las cafeterías internas del parque, o en los bancos que hay al costado del sendero marcado con flechas amarillas. La mayoría de ellos se encuentran sólos, pasan la tarde en el ecoparque, únicamente acompañados por el sonido del viento, las hojas secas y la fauna. A uno de ellos eso no le basta, por lo que saca de su bolsillo una radio y goza de la compañía de las voces de la AM.
Casi tan solitario como el señor con ojos cansados y esperanzados que le sonríe a la radio, a unos metros se encuentra un camello de avanzada edad. El animal intenta caminar mientras sus piernas tiemblan temerosas, casi sin fuerza para mantenerse parado. Al costado del innecesario cerco que encierra al camello para que no se escape, hay un cartel que dice que a pesar de no ser un animal autóctono, no podrá ser trasladado; ya que él, al igual que las jirafas, los cóndores y los elefantes, que aún se encuentran escondidos en los rincones del ecoparque, son demasiado frágiles, viejos, o pesados para ser llevados a otro destino.
Un niño le preguntó a una de las empleadas del ecoparque dónde estaban las jirafas, y ella le respondió: “están, pero ahora no se pueden ver, están en otro lado a donde no se las puede visitar”. Es imposible describir la cara de desilusión del pequeño. Tal vez, si la respuesta hubiese sido “las jirafas ahora están en un lugar dónde son más libres y pueden vivir mejor” su reacción hubiera sido diferente. Pero la trabajadora no podía decirle que las jirafas ya eran libres, porque algunos de los animales, como ellas, siguen allí intentando sobrevivir, pero esta vez no frente a los ojos del público.
Tal vez, en unos años, cuando el ecoparque esté terminado, el predio pueda volver a ser un lugar donde las familias se encuentren, los niños sonrían y donde los extranjeros que pasean por la ciudad puedan fotografiarse junto a los históricos edificios. Pero, por ahora, en el parque se siente soledad y vacío, es un ambiente al que le falta calidez y alegría. Algunos adultos dirán que es por la ausencia de animales exóticos; pero los que se animen a ver más allá, podrán decir que el clima frío y desamparado que sienten al visitar el ex-zoo, no se debe a la libertad de los animales y al vacío de las jaulas, sino, a la melancolía y la nostalgia de saber que en esos pabellones y esas mismas jaulas quedaron encerrados sus recuerdos de la infancia.
Carrousel del ecoparque




